Siempre fue muy excéntrico, incluso ahora que la muerte se
aproxima, nunca creyó en la reencarnación, como el resto del pueblo y para
provocarles más eligió un funeral vikingo. Siempre oró por una muerte lenta y
dolorosa, para disfrutar el último respiro de su cuerpo. Ahí estaba en la vieja choza bajo la tormenta,
agonizando perniabierto sobre la vieja cama. Con sus ojos rasgados casi
cerrados, me preguntó:
-¿qué habrá en las profundidades del mar?
-Estrellas.
Alejandra Rizo