domingo, 27 de diciembre de 2020

La Karen de mi vecindario

Aunque nadie lee el blog y quien lo lea puede no conocerla, le cambiaremos el nombre por Karen.

Karen era mi vecina o quizá lo sigue siendo, aunque rara vez la veo. Somos de la edad, aunque ella luce mayor. No creo que la vida haya sido fácil para ninguna de las dos pero Karen, tratando de compensar, presumía superioridad. A veces yo la sentía más agresiva conmigo. 

Éramos compañeras en un bachillerato para señoritas. La suerte nos hizo caer en el mismo grupo. Su suerte y mi desgracia. 

La economía en la casa no era buena y yo solía vestir como podía con lo que tenía. A pesar de eso, teníamos un coche. La mamá de Karen es viuda y solía andar con una cajita de pan ofreciéndola en distintos negocios y por las mañanas aseaba un preescolar o algo así entendía yo. 

Mi papá se ofreció a llevarnos a la prepa y por tres años tuve que soportarla. Escuché cada una de sus anécdotas con despreció y dejé de ser empática con ella. Su estúpido intelectualismo cristiano me parecía repugnante. Me parecía ridículo cómo hablaba de la vacunación homeopática y se negaba a asistir a la escuela cuando había una campaña de vacunación. 

Mi desprecio hacia ella comenzó cuando un día su vecino de enfrente y yo comenzamos a platicar y al comentárselo me miró de pies a cabeza y respondió "--Alguien como él no se fijaría en alguien como tú ". Cabe aclarar que yo era nueva en el vecindario. Estaba conociendo gente. 

Me gustaba burlarme de ella con mis amigas, verla cómo presumía que su padre había sido médico y su madre era maestra de kinder. Cuando yo sabía que nada de eso se acercaba a la realidad. La soporté cada mañana. A veces prefería levantarme más temprano e irme en autobús. Me molestaban sus intentos por corregirme en las exposiciones, que me tachara de ignorante. Tal vez lo era, o no. 

Hay cosas que nunca cambian, por ejemplo, en medio de la pandemia verla en la calle o en la tienda sin una mascarilla, la miro con rechazo y sigo mi camino. Poco me interesa su saludo.