Y me senté tranquilo, hablando con Dios, ¿Qué podía pedirle o preguntarle yo a un ser infinito?
¿Cómo se escucha a un color que se deshace y hace, que se pierde en una sonoridad o aparece en el estremecimiento?
Pensé por largo tiempo en un silencio incómodo, ´¿qué lo hace ser lo que es? ¿Cómo encarnas una palabra y emulas un idioma que no inicia?
Me quedé mudo y en silencio cuando en la luz y en la oscuridad solo estaba yo. Aquí, sin añadidura, otro pensamiento, en el vacío total se queda mi existencia.
No hay arquetipo supremo, no hay el máximo de la esencia y existencia. ¿Qué juego de la evaluación conlleva ese razocinio ininteligible? ¿Qué teoría mecanicista se abre para decirme a mí que hay un algo más allá, un ente transhumano que sea mi reflejo perfeccionado?
¿Estoy acaso hablando con Dios cuando hoy he entablado mi más sincera plegaria al elevarlo por encima de los conceptos filosóficos como una metaconstrucción primitiva y elaborada de la imaginación dinámica del ser humano?