Platiquemos, estoy con una taza de vino tinto -porque por una extraña razón sólo uso tazas - y canciones de Chavela Vargas, sentada en mi cama, sin presión alguna por dormir, por ir a un trabajo que en realidad parece un tormento. Entre los sorbos y cruz de olvido voy recordando la última vez que abri una botella nada más porque sí. Ese día no había comido otra cosa que no fueran jicamitas y palitos de zanahoria. Salí del trabajo, cansada y en la escuela no había mucho qué hacer, así que no fui. Me abrí la botella y como caguama comencé a beberla. Pensé que ya había pasado bastante tiempo sin probar gota de vino. Aclaro que emborracharme no es el objetivo, sino ese efecto de anestesia, que relaja, que provoca un calorcito rico y la música se apodera de los sentidos. Así, como ahora mejor será partir, prefiero así que hacerte mal. En fin, que como en ese día, hoy también usé el tiempo sólo para mí.
Pero es que ¿Cuánto tiempo sin ser dueña de mi tiempo? No entiendo los colegios, en verdad ha parecido esta travesía que va de mal en peor. La carga de trabajo aumenta y los sueldos no son un oasis. Sirven para sobrevivir, pero es que este último se ve y se siente bastante esclavista. Siento a mi jefa justo como mi ex novio el manipulador
Entiendase que tampoco soy víctima, ya que estoy por dedicarme sólo a lo mío, a ser dueña de mi propio tiempo, como ahora, que abro una botella de vino tinto y me lo tomo en taza de forma decente o me lo caguameo de un trago hasta el vómito. Es una aventura llena de enigma, dedicarme sólo a mi autoempleo que de ser sólo vespertino ahora será tiempo completo. No tendré al dulce IMSS, ni al INFONAVIT con sus fortuitos préstamos caciques. Ser dueña de mi tiempo tiene un costo y es renunciar a la comodidad del sueldo religiosamente quincenal; sin embargo, también renuncio a una jefa chantajista que se pasa las necesidades de los profesores por el arco del triunfo, a padres de familia que están acostumbrados a ser autoridad en un lugar donde no deben serlo.
Esperen... ¡piensa en mí cuando sufras, cuando llores también piensa en mí!
No lo sé, amigos, lectores y gente que por una extraña casualidad está aquí. Estoy a una semana de dejar de ser maestra Godín que se enfrenta cada mañana al tráfico de López Mateos, donde hay alteraciones del espacio tiempo y el universo juega en mi contra cuatro de las cinco veces que voy al trabajo, donde llego tarde la mayor parte del tiempo, porque salí tarde por estar segura de haber vaciado el intestino y la vejiga, no vaya a ser que quiera ir al baño en la chamba y esté ocupado o sucio como de costumbre, o bien, porque en el camino hay un choque o a alguien simplemente había tráfico. Ahí es donde sé que "la vida es un riesgo". Estoy a una semana de dejar ese lugar. A una semana de estar independiente nada me han enseñado los años, siempre caigo en los mismos errores, otra vez a brindar con extraños y a llorar por los mismos dolores...
Veré cómo es la vida aventándome sólo en lo que tengo, veamos qué sucede... Última semana de trabajo.
...qué al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas, esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón. Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida, entonces parece como están de ausentes las cosas queridas...