Margarita, la más común de las flores, la mujerzuela de
todas ellas, que recoge sus pétalos con las ásperas hojas que deshilan su
moral. Margaritas que derraman sus mieles en los incansables abejorros.
Margaritas como todas, excepto por Margarita, quien quiere ser panal, quiere
tener el vientre lleno, las entrañas dulces, los abismos iluminados del sutil
marrón de sus raíces…
Margaritas se quedan viejas por doquier, sus pétalos se
corroen con el viento arisco de los prados, Margarita quebranta su existencia
con el dulce caer de las hojas, con el crujido de sus pasos por la tierra del
campo, la dulce melodía de un sacrificio por la vida misma. Terror y dulzura
embriagan el invierno; pasión y calor los días de primavera, pero no hay más verdor
que en los días de verano.
Es normal, Margarita, es normal. Tus pétalos caen, tus hojas
se estremecen, tu cuerpo se dobla. No serás panal más que en tus sueños, no
serás abeja, ni tendrás el dulce elixir de la belleza. Eres flor, como
cualquier otra.
Alejandra Rizo
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