viernes, 26 de diciembre de 2014

Los defectos del amor

Era un imbécil, testarudo y megalómano. Detestaba las bromas, los chistes. Se tomó muy en serio el papel de crecer. Aunque solía olvidar su edad, en esos momentos extraños donde el alcohol invadía sus venas, lo olvidaba todo. Me olvidó fácilmente, como quien tira un centavo a la calle. Sí, a veces crecía demás y quería atarme a su seriedad, pero luego sus ojos me pedían a gritos soportar una adicción vulgar y corriente.

Fumador rehabilitado, trotamundos atado a la pata de la cama. Se le olvidaron los sueños del pueblito aquél, del ranchito lejano. Fue un diente de león que se hizo mil pedazos cuando el viento sopló.

Alejandra Rizo.
fotografía: http://blogsdelagente.com/blogfiles/obscurabuenosaires/linearoca.jpg

martes, 2 de diciembre de 2014

Célula Sagrada



Dios, absorbido por el agujero blanco de su realidad inimaginable, cayó en el cosmos, arrojado en millones de colores que otrora tuvieron una forma gaseosólida;  se dispersó por el vacío dejando fragmentos de sí, que se convertirían en las estrellas, las galaxias, los planetas, los gases del universo, luz y rayos aniquiladores. Se fue empequeñeciendo en el aburrimiento de la nada, se llenó de hastío y podredumbre que lo hacía explotar una y otra vez sin cansancio. Dios se fue destruyendo a sí mismo hasta que sólo quedó una pequeña luz de lo que un día lo llenó todo. Un ente sideral atrapado en los trozos de su propia existencia que se fueron expandiendo hasta hacerlo ver diminuto ante el universo que se creaba en su presencia. Con todas sus fuerzas, dio un último grito austero en el silencio calcinante de la oscuridad, arrojó sus fuerzas al vacío e inició un incendio, pero cada vez su vaporoso estado declinaba, sin fuerzas se sentó sobre el fuego y fue arrojando piedras, que giraban a su alrededor, y cuando su cuerpo se quedaba vacío, irónicamente empequeñecido en un cascaron de su existencia, comenzó a crear la fuerza y vida con la esperanza de volver al negro espacio.
Se creía vacío, inexistente y muerto sin darse cuenta de que había creado el universo, así que eso lo llevó a abrazar sus partículas y a arrojarlas por todas direcciones, a las que llamó Monocelulas, hechas con la sustancia de su materia, a su imagen y semejanza. Dios murió ante su gran obra, quedo esparcido cual catastrófico tornado, así su presencia llenó el universo, las cosas que lo forman. Millones de años después, cada Monocelula tomó una forma y una consciencia peculiar y evolucionaron hasta convertirse en Policelulas. Aprendieron métodos de convivencia y en un remoto planeta, de una alejada galaxia, las Policelulas comenzaron a buscar su origen caótico: por el universo entero examinaron cada partícula, cada átomo de todo lo que encontraban y no lograron verlo. Se multiplicaron un y otra vez  por el temor de reducirse. Evolucionaron, se extinguieron, renacieron. Miles de formas, colores y sonidos preciosos, figuras y sensaciones que se transforman y crecen alrededor de todo. Nacen, viven y mueren como parte de un proceso mecánico cuantificable.

Se preguntaron sobre la veracidad de su existencia, sobre la manera en que se crearon, se inventaron falsas y acertadas teorías.  Y en un ciclo cósmico al que llamaron un día, una especie de Policelula en particular tuvo una idea: Dios. Pensó en ese nombre, en atribuirle la existencia de todas las cosas vivientes e inanimadas, le regalo un sistema institucionalizado al que bautizó como Religión. Cada ente comenzó a creer en esa palabra en distintas maneras, se sintieron hechos semejantes a él y le otorgaron omnipresencia. Así, a miles de millones de años de su muerte, Dios volvió a existir. Lo vieron simple, razonable, creíble, extraño y conocido; lo vieron aun cuando las ideas son imposibles de ver. Lo agrandaron hasta convertirlo en gigante, le pusieron ojos, nariz, boca, sexo y lo convirtieron en humano y sobrehumano.
Cuántos millones de años acontecieron, cuántas vidas pasaron y cuán grande es el universo que no se entiende, es una complejidad de existencias, colores y ritmos. Buscaron a Dios en palabras, conceptos, ideas, imágenes, sonidos y cualquiera que fuera la creencia que les rodeara, jamás lo encontraron. Encontraron diferencias irremediables entre sus puntos de vista, al grado de comenzar con una de las palabras más terribles de todas las eras: la guerra. Mataron a diestra y siniestra hasta olvidar el motivo de la riña, sin mirar lo infinito de su presencia.

Alejandra Rizo