sábado, 22 de agosto de 2015

El café




Era curioso cómo el calor disfrazaba el río en un camino inerte, pero llegaba la temporada de lluvia y el frío se levantaba con sus aguas. Se hacía pedazos entre nuestras manos unidas. Nos soltábamos para caminar despacio a la cocina, esa vieja estufa que necesitaba de los cerillos, no tenía mucho que pedirle a las modernas, porque su calidez pasaba de la flama hasta la olla de barro, al agua y a los granos de café.

De esos tiempos solo queda una bolsa de papel con café en su interior. De esas tierras, el aroma. Ahora son mis manos cansadas las que toman los granos y los llevan al agua; que el dulzor, fragancia y textura me lleven a unos ojos de tierras lejanas.

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