viernes, 29 de agosto de 2014

Orillados

Aquí estamos en un amplío palpitar del corazón, explotará seguramente en un millar de trizas. Ya no importa. ¿Qué más da si fue su culpa o la mía? Parecía un poema perfecto, declamado por una varonil voz francesa, con ese acento perfecto. El viento soplaba tan calmo, tan seductor, la luna nos daba el permiso, mientras nos ocultaba del sol. Sí, la noche se veía perfecta, las luciérnagas emitían chillidos tan rítmicos como nuestra respiración.

Las piernas nos temblaban y, ciertamente, no han dejado de hacerlo. Teníamos los ojos de la noche puestos en nosotros. La esperanza de un destino seductor que levantaría el vuelo tras cien mil orgasmos simultáneos de los habitantes del planeta. Sí, fue perfecto hasta que llegó la policía.

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