martes, 28 de octubre de 2014

Carta infinita

Mil y un versiones hay de esto...




Carta infinita

Probablemente ya no tengamos mucho de qué hablar, ni nada qué decirnos; mas para mí ha sido necesario ponerme al día sobre lo que ha pasado con mi vida. Sé más de ti ahora que te has marchado que cuando vivías a mi lado. De cierto modo con la distancia también se puede conocer a las personas.
¿Qué puedo decirte? Tengo años sin enviarte mis bendiciones. He tenido tiempo de pensar las cosas y te seré muy sincera, estuve muy enojada contigo, créeme no ha sido fácil. Ya es momento de que me deje de niñerías y te diré las cosas como son: te equivocaste sobre mí. Te daría mil explicaciones sobre lo difícil que fue aceptarme cómo soy, pero solamente sonreirías y me dirías que has aprendido algo nuevo.
No soy cómo te hubiera gustado, no vivo como lo tenías pensado para mí, pero cada uno de mis logros, mis acciones e ideas te habrían provocado tremendo gusto. Soy la misma persona de hace años, la misma que conociste, soy rebelde, preguntona, inoportuna y me encanta ser así. Me considero bella cuando nunca lo sentí. Me veía tan rara, tan extraña a todos, el cabello despeinado y me dolía que me lo criticaras. Amo estar despeinada tanto que volví a dejar mi cabello largo. Me gusta ser tan poco convencional, tatué mi piel y sé que no te hubiera gustado, quiero que sepas me haré más. Es mejor no te molestes, no cambiaré, tómalo con gracia. Habría sido extraño mirarme así.
En aquella época en que te fuiste comencé un diario, escribía cuentos, poesías y el día a día, ha crecido bastante. Estaba muy enojada, con muchas personas, con situaciones. Escribía. Siempre me rescata escribir. Durante ese tiempo juraría que enloquecí. Te escuchaba por las noches. Se oían tus pasos cansados por los pasillos de la casa y cerca de mi puerta sonaba tu respiración. Estaba segura que eras tú, tu andar cansado, tus movimientos cortos y tus pulmones enfermos. Extraño esa locura que me permitía sentirte cerca. Me cambié de casa y acá no estabas. Cambié de escuela y fui del montón. Volví a cambiar, estaba en la universidad, hice amigos para toda la vida. Terminé una carrera y ejerzo. Hay una palabra que me taladra la cabeza: éxito. No sé qué sea y entre más cerca me siento más se aleja, a veces pienso que es un proceso y me contradigo de vez en cuando asumiendo que es un concepto vacío. Me frustra. Los sueños a veces son sueños y, otras, un camino bastante pesado.
Empieza a llover, estos días son los que me han hecho pensar en ti. Fue una mañana lluviosa, me mojé toda, tan solo me paré y miré cómo las gotas chocaban con el asfalto. Yo tenía miedo de la lluvia ¿recuerdas? Me dijiste que cuando caían parecían soldados marchando. Entre la ventisca y el frío, por un instante pude ver tu sonrisa dibujada en la lluvia. Cada que el cielo se pone gris, una paz absoluta me reconforta. Me parezco a ti.
Nunca te veré, pero quiero pensar que esta carta llegara y tendremos la oportunidad de ponernos al día.
Tu flaca.

miércoles, 1 de octubre de 2014

El fin de mes




El pago del mes había llegado a mi puerta. Había acordado con La-Lupe, como le conocían los del barrio,  que iríamos de compras tan pronto como eso sucediera. Estaba un poco nerviosa, era una charla entre dos amigas solteras y borrachas. Estaba convencida que era lo necesario.
Una debería sufrir por amor y no por sexo. Conocer penes de distintos tamaños y sensaciones de presencia descomunal –afirmaba ella –debía ser igual de bueno como para un hombre conocer distintas vaginas. Ser mujer es complicado, una se puede creer lo feminista que sea, o al menos es mi caso, pero llega el momento de enfrentar a la familia y da un poco de miedo ser tan independiente, así que a agachar la cabeza y portar un papel sumiso. En realidad no es un problema del feminismo o machismo, sino algo totalmente mío.
Siendo mujer hay tanto por hacer en nuestras cavidades. Sinceramente ya estaba harta de frotarme el clítoris para todo. Y no es lo mismo la penetración de los dedos que el de un cuerpo fuerte, grande y agresivo como el de un varón. Si el galopeo la hace a una vibrar de emoción. A falta de un toro al cual domar, comencé a experimentar boca arriba, con la almohada, en la regadera, con los ojos cerrados, abiertos, en la esquina de la cama, en el buró, sobre la lavadora, con las piernas cerradas, abiertas, dobladas, viendo porno (lésbico, gay, interracial, bondage, hentai, etc.), con el chocho depilado o peludo, con mi mano izquierda, con mi mano derecha y llegué a cansarme. El clítoris está muy bien, pero faltaba eso… la vibración. Satisfacía mi cuerpo: a la vulva, a los pezones, las piernas y hasta a las nalgas, pero olvidaba a la vagina. ¿Cómo es que podía darle acceso al pene, pero no a mí misma? Digo, la vagina es mía, puedo entrar y salir cuando quiera.
Lupe lo comprendió al instante, aunque no opinó. Simplemente realizó la cuenta regresiva hasta el día de hoy. Así que señorita… ¿podría darme un lubricante con olor a fresa, un desinfectante y un dildo de tamaño mediano, suave y con un color divertido?

Alejandra Rizo.