miércoles, 1 de octubre de 2014

El fin de mes




El pago del mes había llegado a mi puerta. Había acordado con La-Lupe, como le conocían los del barrio,  que iríamos de compras tan pronto como eso sucediera. Estaba un poco nerviosa, era una charla entre dos amigas solteras y borrachas. Estaba convencida que era lo necesario.
Una debería sufrir por amor y no por sexo. Conocer penes de distintos tamaños y sensaciones de presencia descomunal –afirmaba ella –debía ser igual de bueno como para un hombre conocer distintas vaginas. Ser mujer es complicado, una se puede creer lo feminista que sea, o al menos es mi caso, pero llega el momento de enfrentar a la familia y da un poco de miedo ser tan independiente, así que a agachar la cabeza y portar un papel sumiso. En realidad no es un problema del feminismo o machismo, sino algo totalmente mío.
Siendo mujer hay tanto por hacer en nuestras cavidades. Sinceramente ya estaba harta de frotarme el clítoris para todo. Y no es lo mismo la penetración de los dedos que el de un cuerpo fuerte, grande y agresivo como el de un varón. Si el galopeo la hace a una vibrar de emoción. A falta de un toro al cual domar, comencé a experimentar boca arriba, con la almohada, en la regadera, con los ojos cerrados, abiertos, en la esquina de la cama, en el buró, sobre la lavadora, con las piernas cerradas, abiertas, dobladas, viendo porno (lésbico, gay, interracial, bondage, hentai, etc.), con el chocho depilado o peludo, con mi mano izquierda, con mi mano derecha y llegué a cansarme. El clítoris está muy bien, pero faltaba eso… la vibración. Satisfacía mi cuerpo: a la vulva, a los pezones, las piernas y hasta a las nalgas, pero olvidaba a la vagina. ¿Cómo es que podía darle acceso al pene, pero no a mí misma? Digo, la vagina es mía, puedo entrar y salir cuando quiera.
Lupe lo comprendió al instante, aunque no opinó. Simplemente realizó la cuenta regresiva hasta el día de hoy. Así que señorita… ¿podría darme un lubricante con olor a fresa, un desinfectante y un dildo de tamaño mediano, suave y con un color divertido?

Alejandra Rizo.

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